viernes, 9 de julio de 2010

canto VI de "Ilíada"

CANTO VI
Breve resumen de los cantos anteriores. En el canto II Zeus le envía a Agamenón un sueño para engañarlo. Pretende honrar a Aquiles tal como lo pactó con Tetis, concediéndole la victoria a los teucros. El rey, estratégicamente, dice que partirá a Argos y es disuadido por Ulises y Néstor. Luego aparece el catálogo de las naves donde se enumeran las naves y los guerreros que llegaron a Troya.
En el canto III Paris decide terminar la guerra de Troya por medio de un combate con Menelao: el que triunfe se quedará con Helena y sus riquezas. Desde la muralla de Troya, Helena enumera a Príamo cuáles son los guerreros aqueos que más sobresalen. La suerte cae a favor de Paris, que es el primero en atacar. Tiene puntería, pero no fuerza. Menelao, en cambio tiene mayor fortaleza física y, cuando arroja la lanza ésta se rompe en tres o cuatro pedazos, indicándole al Atrida que los dioses no están con él. El combate termina con la victoria de Menelao, pero Paris no muere porque Afrodita lo rescata. Corta la correa del casco por el cual está siendo arrastrado, y lo lleva envuelto en niebla al tálamo donde se encuentra Helena.
En el canto IV por insinuación de Atenea, un arquero troyano, Pándaro, hiere a Menelao en la cintura; de este modo el pacto queda roto por obra de los troyanos y la batalla recomienza.
El canto V está dedicado a hazañas de uno de los más notables guerreros aqueos, Diomedes, el cual tras muchas hazañas, hiere a Eneas y también a Afrodita e incluso con ayuda divina, causa asimismo una herida a Ares, dios de la guerra.
En el canto VI la batalla parece favorable a los aqueos. Los dioses se han retirado de la conflagración y dejan a los hombres librados a sus propias fuerzas.En el comienzo del canto se cuenta que Ayax Telamonio, él solo, rompió la falange troyana. Luego se destaca a Diomedes Tidida, que mató a Axilo, el teutránida. Además le dedica un tiempo al episodio en el que muere Adrasto. Menelao lo persigue, los caballos huyen estrellándose contra un arbusto llamado tamarisco y rompen el carro. Cuando el Atrida lo va a matar Adrasto suplica por su vida, prometiéntole que su familia pagaría un espléndido rescate. Menelao se apiada, pero su hermano Agamenón al verlo le recrimina su forma de proceder y lo insta a matar a todos los troyanos, incluso a aquellos que las madres llevan en su vientre. El episodio destaca las diferencias entre los Atridas. Agamenón lo mata y, poniendo su pie en el pecho, saca la lanza. Helenos, hermano de Héctor y augur, suplica a Héctor que vaya a Troya a ofrecer un peplo a Palas Atenea, para hacer que esta diosa se aplaque en su ira contra la ciudad. Previamente, Eneas y Héctor, que soportan el mayor peso del combate, y que, evidentemente tienen mayor temple que el resto de las tropas, son impulsados por el augur a recorrer las falanges, animándolas para que no desfallezcan, puesto que el hijo de Tideo había causado terrible mortandad. Luego de realizar esta tarea parte el priámida. El narrador se aparta de ese motivo central y deja al receptor frente a otro posible combate singular: el de Glauco, hijo de Hipóloco y nieto de Belerofonte, contra Diomedes. Éste le pregunta quién es, pues teme enfrentarse a un dios, tal como ha ocurrido en el canto anterior. Este es el motivo que da pie a un racconto genealógico. Glauco cuenta quienes han sido sus antepasados, descubriéndose que desciende del eximio Belerofonte. Diomedes descubre así que su contrincante desciende de un antiguo huésped de su padre, que permaneció durante 20 días en el palacio de éste. Por este motivo Diomedes le propone a Glauco no pelear, e inclusive, como signo de paz intercambian las armas, que, según el narrador tienen precios tan distintos, pues las armas de Glauco eran de oro, mientras que las de Diomedes eran de bronce.
En la medida que Héctor se dirige hacia Troya, el receptor va a tener una semblanza de lo que sucede en la ciudad, de las costumbres, la organización, etc. En su recorrido se va a encontrar con mujeres, a excepción hecha de Alejandro, que son quienes se han adueñado de la misma, visto que los hombres se dedican a la lid. Las mujeres, figuras secundarias en las epopeyas en general tienen aquí su espacio, a través de tres estereotipos: la madre, Hécabe, la mujer depositaria de todo deseo sexual, Helena, y la esposa y madre de los hijos, Andrómaca. Monsacré ve, en los sucesivos encuentros de Héctor con Hécuba, Helena y Andrómaca, tres tentaciones que el campión troyano debe superar como prueba de su heroísmo, es decir, debe demostrar que no le distraen de su misión ni el afecto materno, ni la dulzura seductora de su cuñada, ni la ternura de su esposa. Héctor se encuentra con Hécabe, que junto con las matronas queda encargada de realizar las honras correspondientes a la diosa. Ésta, como se dice explícitamente, no acepta las honras.
Asimismo se dirige al palacio donde se encuentra Paris, junto con Helena, limpiando las armas. Éste ha sido culpado, seguramente por los troyanos de que la guerra continúe. Ese dolor es, al parecer, el que le hace permanecer alejado de la lucha, a la que lo impulsa con blandas palabras su esposa, que quisiera tener un marido más aguerrido. Por último, es la despensera quien le dice que su esposa Andrómaca, corriendo desesperada, junto con su hijo y la nodriza, han ido a la muralla.
El coloquio
Se produce cuando se encuentran los esposos, y es un cambio importante en la epopeya pues es una escena de familia, con tono y temática amorosa, que quiebra el ámbito guerrero y público que tienen las epopeyas. Asimismo para el estudiante implica ver lo que sucede en el otro bando, el de los invadidos.
Andrómaca ha ido corriendo desesperada hacia las puertas Esceas, preocupada por la suerte de su esposo. En lugar de quedarse en el palacio, esperando, o ir al templo de Palas para rogarle ayuda quiere estar cerca del campo de batalla y contemplar con sus propios ojos los sucesos. También presuroso iba Héctor a encontrarla. Ambos se mueven impelidos por la preocupación que nace del afecto que los une.
Podríamos catalogar a este espacio como fronterizo o límite. Las mujeres, teniendo en cuenta las tareas que le han sido asignadas se mueven en el interior de sus casas, o en el interior del palacio, salvo aquellas que por sus tareas deben movilizarse hacia el exterior. Esto no significa en modo alguno que el espacio externo a la casa les esté vedado, sino que no es el tradicional. El espacio exterior a la casa está dominado tradicionalmente por el hombre que es quien tiene una vida pública. Pero este reparto, como dice Mercedes Madrid, cambia en tiempos de guerra “Ya que entonces el espacio masculino lo constituye el campo de batalla donde los hombres luchan, fuera siempre de los límites de la ciudad, mientras las mujeres permanecen en ella, atentas a la menor noticia que venga del exterior. En estas circunstancias la frontera entre el espacio masculino y femenino lo constituyen las puertas y la muralla de la ciudad, frontera que los hombres no deben franquear sin hacerse sospechosos en lo tocante a su virilidad, y por ello Paris es recriminado por Helena y Heleno pide a Héctor que los troyanos resistan y no hayan para caer en brazos de las mujeres, lo cual sería motivo de regocijo para los enemigos.” Esta frontera se vuelve significativa de los roles que asumen los personajes. Así M. B. Arthur dice que “en este encuentro entre Héctor y Andrómaca ambos personajes se salen de sus respectivas esferas para participar cada uno en la del otro, de manera que durante un corto intervalo de tiempo se borra la frontera que separa los papeles que la sociedad homérica atribuye a varones y mujeres. En encuentro tiene lugar en la muralla y ello es lo que permite, dado el carácter fronterizo de este lugar entre la ciudad y el campo de combate, que Héctor manifieste su afecto por Andrómaca y ésta evidencie sus conocimientos sobre la estrategia bélica sin que corran peligro ni la virilidad de él ni la feminidad de ella.”
Cuando ella lo ve va a su encuentro. El narrador la presenta destacando su abolengo: “Su rica esposa Andrómaca, hija del magnánimo Eetión que habitaba al pie del Placo en Tebas de Hipoplacia y era rey de los cilicios”. El narrador la caracteriza a través del epíteto, que destaca los bienes materiales que ha aportado al matrimonio y que ostenta al presente por haberse casado con el más importante héroe troyano, hijo del rey de Troya. Otro elemento que sirve para definir su carácter es el significado del nombre. Andrómaca significa la que lucha con los hombres, que puede significar junto con o en contra de. Cualquiera de estos significados es aplicable en este canto.
Asimismo se destaca el hijo en común, que provoca la ternura del padre. Las palabras de los esposos quedan enmarcadas por sonrisas y lágrimas al principio y al final. Ella es la primera en hablar. Su angustia se proyecta en el apóstrofe y sus palabras siguientes, en tono de reproche: “¡Desgraciado! Tu valor te perderá” Ellas dan cuenta también de un vínculo muy especial entre los esposos, puesto que la mujer se atreve a reprocharle una conducta. No es la sumisión característica del sexo femenino, sino la de alguien que tiene cierta independencia para hacer y decir lo que piensa. De este modo, la valentía, una de las excelencias tradicionales del héroe aquí se ve como negativa. Andrómaca intenta conmover, apela a los sentimientos de Héctor como padre y esposo. Por este motivo, y demostrando lo importante que son los afectos, dice “no te apiadas del tierno infante ni de mi, desdichada que pronto seré tu viuda” La formulación de la idea revela que primero está el hijo, de quien acentúa su indefensión, y luego ella. Espera que cuide su vida no sólo por el valor que ésta puede tener en sí misma sino por la necesidad de afecto y protección que tiene su familia. Espera que de este modo Héctor sea más prudente, no un cobarde que no pelea. “Los aqueos te acometerán todos a una y acabarán contigo”. Tiene miedo a una emboscada en el combate, no a un encuentro singular.
A continuación realiza un racconto de su vida. Ésta ha estado signada por sucesivas muertes: padre, madre y siete hermanos. El padre y los hermanos fueron muertos por Aquileo. Al primero se lo destaca a través del epíteto “magnánimo” y el propio Aquileo le hizo las honras fúnebres del caso. Los hermanos murieron pero no en los lances de guerra sino entre “los bueyes de tornátiles patas”. El Pelida es la sombra negra, puesto que llegó a raptar a su madre, aunque la devolvió por una suculenta recompensa. Como puede observarse se caracteriza indirectamente a Aquiles como alguien, que tiene mucha fuerza y valor, pero también como alguien que siente temor por los dioses, que respeta las almas de los muertos, que se apiada y acepta rescate para devolver una mujer; datos todos ellos que contrastan con la figura del Atrida Agamenón en el c. I.
De esa historia resumida concluye: “Héctor, ahora tú eres mi padre, mi venerable madre y mi hermano; tú, mi floreciente esposo. Pues, ea, sé compasivo, quédate en la torre, no hagas a un niño huérfano y a una mujer viuda” En estas palabras expresa todo lo que es para ella. Es lo único, junto con su hijo que tiene; en su afecto están comprendidos todos los afectos, y si Héctor desapareciera quedaría en el mayor estado de indefensión. Dice Mercedes Madrid en “La misoginia en Grecia”: “La discriminación social de las mujeres frente a los hombres en un mundo no sólo dominado por la guerra, sino donde la guerra es la fuente de la valoración social de las personas se encuentra en diversos cantos. En este mundo las mujeres ajenas son vistas simbólica y literalmente como premios de contiendas y despojos de la conquista, cuya posesión incrementa el prestigio de los varones, y las propias están condenadas a girar en torno a los varones de su familia, de quien depende su dicha y su desgracia, y a vivir una vida dependiente y como prestada, donde no hay ninguna posibilidad de realización propia ni pueden aspirar a ninguna gloria que no sea la que puedan recibir por su comportamiento como esposas o familiares de un héroe”
Pero Andrómaca no sólo busca conmover, también debe convencer. Demostrando un conocimiento que no es habitual en el sexo femenino da cuenta de lo sucedido en el campo de batalla. Asimismo puede observarse que sugiere una estrategia, más extraño aún dentro del estereotipo femenino. “Pon el ejército junto al cabrahigo, que allí la ciudad es accesible y el muro es más fácil de escalar. Los más valientes –los dos Ayaces, el célebre Idomeneo, los Atridas y el hijo de Tideo con los suyos respectivos- ya por tres veces se ha encaminado a aquel sitio para intentar el asalto: alguien que conoce los oráculos se lo indicó o su mismo arrojo los impele y anima” De una Andrómaca que se enfrentó al esposo reprochándole su conducta, luchó contra, se pasa a una mujer que lucha con. Puesto que es inviable que Héctor permanezca en la ciudad, lo único posible será sugerir una posible estrategia. Y entonces esa mujer ha escapado a la imagen de un ser que es todo sensibilidad y fragilidad, puesto que también hay en ella inteligencia para intentar encontrar una solución y fortaleza para afrontar una situación que no la favorece.
El citado pasaje nos remonta a una leyenda distinta a la del caballo para la toma de nos remonta a una leyenda distinta a la del caballo para la toma de Troya. Una leyenda muy antigua decía que la ciudad había sido construida por dos dioses y un mortal a quien se invitó a ayudar. Los dioses fueron Apolo y Poseidón, el mortal Eaco. Según la leyenda serían sus descendientes los que la conquistarían. Peleo, padre de Aquiles, fue el 1º en asolarla, Neoptólemo –hijo de Aquileo y bisnieto de Eaco- hizo lo propio. (Recordar que Aquiles murió antes, por tanto no la llega a conquistar)
Con una mínima transición narrativa se introduce un discurso de Héctor, en él se dan las motivaciones para ir a la guerra. “Todo esto me da cuidado mujer, pero mucho me sonrojaría ante los troyanos y troyanas de rozagantes peplos, si como un cobarde huyera del combate” No se desentiende de lo que dijo su mujer. No es un inconsciente que no sepa a lo que se expone, o que no le preocupe la suerte de sus seres queridos, sin embargo es un héroe y como tal debe actuar. La valentía y el afán de superar a los antepasados son indispensables para llegar a ser tal. Éste es un principio de la pedagogía aristocrática de los antiguos helenos: el hijo, ante el ejemplo del padre ilustre está doblemente obligado a esforzarse por emularlo y aún por superar ese ejemplo de virtud. Puede observarse también como el colectivo presiona sobre la conducta del héroe, hasta el punto de no ser tal si no existiera ese reconocimiento. Rehuir el combate es acto de cobardes, sentir miedo no lo es. Si se quedara en Troya resguardando su integridad entonces sería un cobarde. Hay en las acciones de los guerreros, que siempre son reconocidas, sobre todo en la de los troyanos, un objetivo que es preservar a las mujeres. “La explicación última de esta sobrevaloración de la virilidad reside en lo que parece que ha sido una constante casi universal en el comportamiento de los componentes de las sociedades poco desarrolladas, consistente en el hecho de que en unas circunstancias ambientales hostiles los grupos humanos han considerado más vital para la supervivencia la tarea de defensa del grupo que la de su reproducción. (…) Para La pervivencia del grupo las mujeres son más valiosas que los hombres y por ello se respeta su vida”
En seguida, por una rápida transición expresa sus temores: “bien lo conoce mi inteligencia y lo presiente mi corazón: día vendrá en que perezca la sagrada Ilión, Príamo y su pueblo”. Es decir, que por dos medios accede a esa convicción. En primera instancia es el conocimiento del guerrero el que le indica que el adversario es superior en número y en la calidad de los combatientes. La resistencia no puede ser indefinida. Pero también la caída de Troya es un presagio, algo que escapa a la razón. La destrucción de Troya se expresa a través de una personificación. Se habla de la ciudad como si ésta fuera un ser vivo que puede morir. Luego se refiere a Príamo, su padre, y al pueblo, mencionados en orden jerárquico descendente. Héctor, más allá del individualismo inherente a todo héroe épico, es, al decir de Fernand Robert un héroe cívico, el que pelea por su ciudad, pretendiendo con ello defender al colectivo, dentro del cual, obviamente también están su esposa e hijo. Esto no debe llevarle a suponer al alumno que para él no cabe la gloria como objetivo. No debe dicotomizarse. En él están presentes lo uno y lo otro.
Ninguna desgracia sería capaz de superar la que significaría para él la captura de Andrómaca por los aqueos: ni la muerte de su padre, de su madre, de sus hermanos y todo el pueblo troyano. Héctor imagina el día en que Andrómaca sea llevada como esclava “y luego tejas telas en Argos… muy contrariada porque la dura necesidad pesará sobre ti” Sin duda éstas, como se ha podido ver son labores de esclavas; lo que calla y que sí explicita Agamenón en el c I es el sometimiento sexual al que también se verá sometida. Entonces corta esa visión diciendo. “Pero que un montón de tierra cubra mi cadáver antes de que oiga tus clamores o presencie tu rapto” Por lo tanto, la única forma que tiene Héctor de evitar los males de los troyanos todos, y entre ellos de Andrómaca, es pelear, aunque esto le cueste la vida. La muerte de Héctor tiene un sentido que va más allá de vivir eternamente; es morir o vivir pensando en la suerte de los otros. “Por otra parte, hay una contradicción en el corazón mismo de esta cultura bélica que los poemas homéricos evidencian con lo que ello pueda suponer de cuestionamiento de la misma. La guerra que, en principio, era un mal necesario, un requisito para proteger a la comunidad, acaba convirtiéndose en una necesidad para que los guerreros mantengan su status social y los privilegios que el mismo comporta y, por tanto, en algo que si no existe hay que provocarlo. Ello puede explicar los contradictorios adjetivos que en la epopeya homérica recibe la guerra, que, por una parte, “genera la gloria para los varones” y, por otra, es, como Ares, “cruel y funesta”. Redfield ha analizado la perversión a que esto da lugar, ya que la necesidad de seguridad y defensa de una comunidad genera la tarea social del guerrero y una ética heroica que, para mantenerse y desplegarse, conduce a la guerra agresiva que, a su vez, se convierte en una amenaza para la propia comunidad.
Llegado el clímax la emoción se dirige a otro cauce: su hijo a quien tiende los brazos. Ante una pérdida que puede sentir como inminente se aferra al hijo a quien no verá crecer. Astianacte, cuyo nombre significa príncipe de la ciudad, es comparado con una estrella por su hermosura. El temor del niño que se refugia en la nodriza, las sonrisas de padre y madre son el cierre de esta escena donde se atisba un aspecto inusual del héroe épico. Aquí se revela todo su amor paternal y también la esperanza de que, por lo menos, su hijo sobreviva a tantas calamidades. Cuando Héctor hubo concluido su oración “puso al niño en brazos de la esposa amada” Contrastan la alegría de los rostros con las lágrimas del niño.
Antes de ir a la batalla intenta consolarla diciéndole que nadie puede librarse de la muerte y que ésta aparece tarde o temprano. La vida es efímera, y es la Moira quien señala el momento fatal, y sabe que ningún hombre lo derribará si el destino no lo ha decretado.
Por último va a buscar a Paris con quien retorna a la lucha.

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