De la profética a la apocalíptica
La literatura del pueblo de Israel evolucionó desde
la literatura profética a la apocalíptica. La profética se desarrolló
normalmente en un mundo organizado, dentro del cual el profeta proclamaba la
palabra de Dios. La apocalíptica, por el contrario, nació cuando ese mundo
organizado había sido destruido o cuando el creyente fue excluido del mundo
organizado y arrojado al caos de la marginalidad; lo apocalíptico buscó
reconstruir la conciencia, para hacer posible la reconstrucción de un mundo
diferente.
El movimiento profético clásico se dio principalmente
antes de la destrucción de Jerusalén en el año 586. En ese momento el pueblo
quedó sin referencia cultural, religiosa, política etc. y se incrementó la apocalíptica. Esta buscó reconstruir la
conciencia creando símbolos y mitos nuevos que hicieran posible la
reconstrucción del pueblo.
El profeta actuó
dentro del mundo existente. El apocalíptico condenó el orden existente y anunció
la construcción de otro mundo. El profeta buscó realizar el plan de Dios en el
mundo político y religioso de su época. El
apocalíptico surgió cuando el mundo estaba destruido o por destruirse con la
intención de construir un nuevo mundo.
¿Qué es un
apocalipsis?
El
término es la transcripción de la palabra griega apokalypsis que abre el
Apocalipsis de Juan y que significa revelación; se vincula con el verbo apokalyptein, desvelar, levantar el
velo. Con la expresión literatura apocalíptica se designa a las composiciones
literarias, que se parecen a la de San Juan, y que aparecen entre el siglo II AC
y el II DC. Para proponer una definición se debe tener en cuenta una triple
realidad: es a la vez un género literario, es decir, textos, un movimiento
social –grupos humanos que están tras los textos- y una comprensión del mundo y
de la realidad –en cierta medida una ideología-.
“Un apocalipsis es un tipo de literatura de revelación que,
en un marco narrativo, presenta una revelación transmitida por un ser celeste a
un destinatario humano y que desvela una realidad trascendente, a la vez de
orden temporal, en la medida en que concierne a la salvación escatológica, y de
orden espacial, por tanto, que implica otro mundo, el mundo sobrenatural. Esa
revelación tiene como finalidad interpretar las circunstancias presentes y
terrenas a la luz del mundo sobrenatural y futuro, e influir a la vez en la
comprensión y el comportamiento de los destinatarios por medio de la autoridad
divina” J.J.Collins
Además, para la consideración de esta literatura deben
tenerse en cuenta estos cinco criterios:





EL APOCALIPSIS DE JUAN
El autor es Juan, pero no el discípulo de
Jesús, a pesar de que por mucho tiempo se lo relacionó con él. Nada permite
identificar el apóstol con Juan de Patmos. No solo no reivindica nunca ese
título, llamándose simplemente “siervo”, sino que incluso el grupo de los
apóstoles pertenece para él al pasado (18, 20- 21, 14). Debió ser una personalidad importante de las
comunidades asiáticas de finales del siglo I, quizá un miembro influyente de un
círculo de profetas cristianos itinerantes, pues las iglesias destinatarias
pertenecen a toda el Asia menor.
El lugar de redacción es la isla de
Patmos, donde Juan está exiliado “por haber anunciado la palabra de Dios y
haber dado testimonio de Jesús”. El autor implícito se presenta al lector bajo
el signo del exilio forzado. Generalmente se proponen dos fechas de redacción:
los reinados de Nerón y Domiciano. No parece haber sido escrito en un período
sangriento, aunque se habla de los mártires, tal vez sea por la reciente
persecución de Nerón (54-68). Dice la
historia que el emperador persiguió a los cristianos para que no lo acusaran
del incendio de Roma en el 64. Conserva el libro un recuerdo de este período:
el mito de “Nero redivivus”, Nerón vuelto a la vida. Para los cristianos
representaba la propia figura del Anticristo.
Para la mayoría de los exégetas, el
reinado de Domiciano (89-96) es el que mejor cuadra con el contexto de
comunicación del Apocalipsis de Juan.
El
contexto histórico del Apocalipsis se reconstruye insistiendo en la persecución
de los destinatarios. Se interpreta como un mensaje de aliento dirigido a una
comunidad expuesta a un sistema totalitario y opresor.
Bajo el reinado de Domiciano no hay
atestiguada históricamente ninguna persecución sistemática contra los
cristianos. Su reinado está marcado por un absolutismo que se caracteriza en
particular por el desarrollo del culto imperial. El absolutismo le acarrea la
oposición de intelectuales y senadores, muchos de los cuales serán perseguidos
y expulsados.
Si se tiene en cuenta el exilio forzoso
de Juan de Patmos, entonces la persecución que sufre indica la práctica,
corriente bajo Domiciano, que consiste en alejar de los centros políticos
importantes a las personalidades cuya palabra podría resultar molesta. Esto
indica que Juan es importante, pero no un contexto de persecución sistemática
contra los cristianos. Por otra parte no menciona más nombre de mártir que el
de Antipas. Las alusiones a los mártires no parecen hacer referencia al
presente de los oyentes.
La actitud bastante crítica de Juan con
respecto al sistema imperial no es la única voz que se eleva en el NT. Las
cartas pastorales hacen la apología de una integración de las comunidades
cristianas en la sociedad romana. Estas diferentes actitudes muestran que las
nacientes comunidades cristianas se encontraron enfrentadas a la difícil
cuestión de la actitud que había que adoptar con respecto al poder romano.
Estaban divididas entre un deseo de adaptación y la preocupación por la
fidelidad al Evangelio, que puede conducir al martirio.
Juan les reprocha a sus oyentes una
“instalación” en la sociedad de su tiempo. Se deduce que quizás Juan es el que
está en conflicto con Roma. Es su visión del mundo antes que una realidad
social. La orientación crítica del Apocalipsis es una característica del género.
Una doble convicción motiva el escrito del autor: en el plano externo, una
mirada crítica sobre los poderes humanos; en el plano interno, el
cuestionamiento de la comunidad cristiana desde que se “instala” en el mundo
abandonando la imperiosa necesidad de proclamar el advenimiento del tiempo
nuevo inaugurado por el acontecimiento pascual.
ESTRUCTURA
DEL APOCALIPSIS
Se estructura en torno a una serie de
visiones. La primera está centrada en su dimensión cósmica, la segunda en su
dimensión histórica. Previamente la obra se inicia con una parte que adopta la
forma epistolar, preparada a su vez por una visión inaugural del conjunto de la
obra
La introducción general indica el origen (Dios y Jesucristo); la mediación
(el ángel), los destinatarios de las visiones (el siervo Juan y los que leen y
escuchan el mensaje) y su objeto (lo que pronto va a llegar). Precisa a quién
se dirige la obra y cuáles son los destinatarios a los que históricamente
apunta Juan (las siete iglesias que están en Asia). A partir de 1,9 comienza la
visión inaugural de la obra. Luego consta un conjunto de cartas dirigido
indistintamente a comunidades asiáticas.
Primera serie de visiones. Se inicia
con una celebración cultual cósmica donde, por turno, son adorados Dios y el
Cordero. A continuación, articulada en torno a septenarios de sellos y
trompetas, viene la presentación del juicio del mundo como signo de la cólera
de Dios. Sólo dos escenas interrumpen está serie de catástrofes: la
presentación de los 144 mil elegidos y de la muchedumbre innumerable, y los dos
testigos. Mediante estas dos escenas se subraya la imperiosa necesidad de dar
testimonio.
Segunda serie de visiones Presenta en el orden simbólico, el combate
escatológico que opone a Dios, a Cristo y a su pueblo con los poderes de este
mundo, con el poder de Satán. La visión de 12,1-6 inaugura la sección: estos
poderes que se enfrentan con el “linaje de la mujer” tienen como inspirador a
Satán. Después son presentados los protagonistas. Satán suscita las
persecuciones del Imperio romano. El sistema imperial domina por todas partes y
amenaza la existencia de todos los que rehúsan plegarse a sus reglas. Frente a
Satán y sus representaciones está la comunidad del cordero. Luego se anuncia el
juicio sobre Satán y los poderes que son sus esclavos. De nuevo aparecen siete
ángeles y sus azotes; después juicio a Roma y al Imperio. A pesar de las
artimañas de Satán en 19,1-10 los creyentes proclaman la victoria. Seguidamente
el juicio se convierte en cósmico y sobrepasa al imperio romano: es la misma
victoria del Mesías. Sólo entonces puede bajar del cielo el mundo nuevo.
Epílogo. Luego de la victoria de Cristo, la espera de la
plena manifestación cósmica de esta victoria de Cristo encuentra su expresión
en la liturgia del culto de la comunidad, mediante la cual halla la fuerza para
vivir y asumir el presente. La proclamación litúrgica final, “Ven, Señor Jesús”
equivale al MARANA THA de 1cor 16-22.
Bibliografía:
Sagrada Biblia Nácar-Colunga
Colección Verbum Dei.